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    Javier Raygoza Munguía
    Director del semanario PÁGINA Que sí se lee!
    de la Ribera de Chapala

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    A mediados del 2003 y parte de 2004, mi amigo Ricardo Vidrio había iniciado unas interesantes entrevistas a personajes de Chapala para este semanario. Su más fuerte argumento era que los personajes locales eran personas mayores que vivieron y vieron un Chapala muy diferente en todos los sentidos a lo que ahora percibimos, que tenían tanto que contar, qué decir y experiencias que trasmitirnos a las nuevas generaciones, que era necesario registrarlas... antes de que ya no estuvieran con nosotros. Así lo hizo por un tiempo y varias semanas gozamos de las anécdotas de mucha gente de Chapala.

     

     

     

    Como todos sabemos, el 24 de junio, el mero día de San Juan, falleció uno de los personajes de Chapala más longevos y de las familias más representativas de nuestra comunidad: Don Maximiliano Ramos Rivera, mejor conocido como el Niño Ramos.

     

     

     

    A continuación presentamos una entrevista que le hizo Ricardo Vidrio Oliva al Niño Ramos en su sección "Un encuentro con..." publicada el 21 de febrero de 2004 en este semanario. en el Número 7 y 8 de PÁGINA Que sí se lee! con todo respeto como un homenaje póstumo.

     

    Javier Raygoza Munguía
    Director de PÁGINA Que sí se lee!

     

     

     

     

     

     

     

    El Niño Ramos (+)

     

     Por Ricardo Vidrio Oliva

     

     

     

    “En todas partes donde hay fiesta el recibimiento se hace en la plaza porque es del pueblo y no tiene por qué hacerse allá en lo apartado. Antes aquí los carnavales eran muy bonitos pero ahora todo es a base de centavos. Los recibimientos nunca se hacían fuera del centro de la población porque esta era una fiesta del pueblo y ahora dicen que es muchísima gente y que no se puede, pero yo les digo que es lo mismo, de todas maneras van a estar apeñuzcados ahí. En los recibimientos todo se regalaba. Ya en los toros pues era muy diferente y se cobraba porque era muy natural que se necesitaba alimento para los animales que prestaban para que los jugaran. Mi padre era socio de los charros cuando se conformó la asociación y que vivía Don Heliodoro Sánchez, Carmen Ramírez, Marcelino González, Don Rafael Anaya y su hijo, el Güero Anaya y de ahí para acá fue cuando se empezaron a organizar los carnavales; los recibimientos en la plaza y luego los toros en un lienzo grande de piedra en donde está ahora el Campo Municipal y en el que cobraban diez centavos por subirse. Los bailes en la noche se hacían en el Hotel Niza. De las primeras reinas fue Anita Seimandi que se casó con el Güero Anaya y Anita la mujer del Doctor Herrera. Se hacían bailes populares muy bonitos el lunes de carnaval con los hermanos Padilla ahí en la plaza y no cobraban nada."

     

     

     

     

     

    Sentado en el fondo del patio con su chamarra azul, un sombrero de palma y con los brazos cruzados parece disfrutar del tierno sol matinal sobre sus hombros. Diviso su figura en el momento en que voy cruzando al lado de hornos y tablones de madera con ese aroma que es una mezcla de harina y levadura. En un gesto amable sonríe y se levanta para estrechar mi mano invitándome a compartir el sol y el canto de los gallos. Despejando su garganta se abandona a la nostalgia y da vida a escenas de épocas pasadas.

     

     

     

    Yo nací en Jocotepec en el año de 1920 y soy el mayor de los hijos de Maximiliano Ramos y María Rivera. Fuimos cuatro hermanos, dos ya murieron y dos que vivimos todavía hasta la fecha, bendito sea Dios."

     

     

     

    ¿Cómo recuerda a sus padres?

     

     Mi padre era de Jocotepec y era muy buena persona amable con sus hijos y sobre todo conmigo que era el más grande, porque cuando nació el segundo yo ya tenía diez años y cuando llegamos aquí yo tenía once años. Mi madre era de Buenavista. Ella sí fue más estricta, muy fuerte con nosotros, pero bendito sea Dios que nos formó y aquí estamos.

     

     

     

    ¿Y su infancia?

     

     Mi infancia fue muy bonita porque como no había vicios ni nada de eso, nomás la jugarreta y jugábamos aquí en el barrio roña y encantados. Porque desde que nos venimos llegamos aquí a este barrio enfrente de ahí de donde es de los Mendoza. Ahí era de mi abuelo Francisco Rivera el papá de mi mamá. Todo esto estaba casi baldío y le llamaban el Chichicastle.

     

     ¿Cómo era el Chapala de ese entonces?  

     

    Chapala era muy chico porque llegaba hasta aquí a la esquina de los Chamucos ( Calle Degollado) de ahí en más todo era potrero. Donde está el DIF era puro terreno que sembraban los señores Cuevas; Ignacio, José y Jesús. Donde está la calle 5 de Mayo era de Don Bonifacio Villanueva hasta donde da la calle de Morelos, ahí tenía el General Rosendo Cuevas su establo con vacas nomás que cuando empezó lo de los cristeros que se pelearon con el gobierno entonces él se remontó a pelear por la paz. Chapala era muy pequeño.

     

     

     

    ¿Cuál fue su primer empleo?

     

    Yo comencé a trabajar a la edad de 11 años en la panadería ayudándole a mi padre. Él era mi maestro. Él hacía pan desde que vivía en Jocotepec, estuvo en Ajijic y luego llegó aquí a Chapala y fue cuando se casó con mi madre. Se fueron a Jocotepec y allá nací yo.

     

     

     

     

     

    ¿Cuánto ganaba y en qué lo invertía?  

     

    A mí me pagaban 13 centavos y yo se los daba a mi madre. Yo no empecé a gastar hasta que ganaba más y hasta que me sentí más competente para hacer mi trabajo. Y aun así yo no era mal gastado porque dejaba una parte para mis padres, otra parte para mí y otra para alzarla. Sí, porque estas dos casitas ya son del sudor de mi padre y mío.

     

     

     

    ¿A qué edad se casó?  

     

    Yo me vine casando de 21 años en el año 1941con Esperanza Cárdenas con la que tuve 7 hijos de los cuales vivieron 6 porque una niña murió antes de nacer. Ahora me quedan 5 porque murió Panchito y tengo 11 nietos y dos bisnietos que viven.

     

     

     

    ¿Le fue fácil establecer su hogar?  

     

    Sí, porque mi señora fue muy buena mujer, muy comprensiva. Lo mismo le daba comer como no comer. Comíamos cuando teníamos y cuando no había pues no comíamos, en fin así era nuestra vida. Éramos pobres pero muy felices. Una vez nos endrogamos pero fue pues, por salvar una vida. A mi madre la operaron y quedamos pues, algo endrogados. Bueno, yo era el que debía el dinero ese, mis padres no debían nada porque ¿quiénes eran ellos que no fuera yo verdad, para pagar?. Yo me fui a Estados Unidos a causa de eso.

     

     

     

    ¿Cuánto tiempo duró allá?  

     

    Yo duraba temporadas nomás. En temporadas de 6 meses duré yendo 18 años.

     

     

     

    ¿Cuáles fueron los momentos más felices de su vida?  

     

    Yo fui muy feliz con mi señora. Recuerdo cuando salíamos juntos a divertirnos a algún lado o al baile. Desde muchacho a mí me gustó mucho el baile y andaba con las muchachas, con otra novia que tuve, en fin, gozando. Pero cuando ya me casé mi vida fue muy distinta porque entonces ya la gocé mejor y fui más feliz.

     

     

     

    ¿Algún momento triste que recuerde?  

     

    Pues, cuando nos quitaron la casa porque mi padre hizo un mal negocio. Puso un taller de ladrillería y él sin saber del negocio ese pues... se perdió mucho dinero y empeñó la casa. Fue un momento muy triste cuando nos tiraron para la calle. Ni a dónde ir y ahí nos prestaron en la esquina para ponernos y ellos mismos le rentaron a mi padre la panadería. Fueron 2 ó 3 años los que tardamos en hacer unos cuartitos para dormir.

     

     

     

    ¿ Su pasatiempo?  

     

    Los gallos. Me gustaron mucho desde chico. La primera vez que me llevó mi abuelito Francisco Rivera estaba la plaza de gallos ahí donde fincó Felipe Huerta. Ahí era la plaza de gallos tapada con puros petates y fue donde me llevó mi abuelo por primera vez y hasta me compró un gallo. Desde esa vez me empezaron a gustar y mi padre me compró herramienta y todo lo que se necesitaba para la cuestión de los gallos aunque por mi edad yo no amarraba ni nada de eso, pero seguía a los señores como a los Chamucos grandes, los padres de los actuales Chamucos y de ahí para acá yo vivía mis días felices con las jugadas de gallos en el palenque que luego se hizo en forma en la esquina de Juárez y Ramón Corona enfrente del Castillo Braniff y también en un salón que tenía Don Pancho Macías.

     

     

     

    ¿Cuáles eran sus sueños de juventud?  

     

    Pues yo quería ser un buen muchacho y llegar a ser un buen esposo sin vicios. Aunque anda uno entre la lumbre y se quema uno a veces. De vez en cuando se me pasaban pero yo nunca llegaba a mi casa a decir groserías yo me metía y me acostaba por ahí a dormir. Yo soñaba con tener dónde vivir y lo logré. Y con no tener drogas.

     

     

     

    De su juventud y niñez ¿qué amistades recuerda?  

     

    Bueno, pues mi compadre Rafael Ramírez, Alejandro Arraiga, Luis Mendoza, Juan Desales, Ramón Hernández, Aurelio Hernández, Alfredo Rivera, mi compadre Toño el Morrongo y pues muchos amigos que es imposible mencionarlos a todos.

     

     

     

    ¿Qué personaje o personajes considera que influyeron en su vida?  

     

    Mis padres porque ellos me ensañaron todo; a ser respetuoso y ordenado. Ellos eran muy respetuosos.

     

     

     

    ¿Cuál ha sido el amor más grande de su vida?  

     

    Pues empezando por mis padres y siguiendo con mi matrimonio; mi esposa.

     

     

     

    ¿Ha tenido o tiene enemigos?  

     

    No, nunca. Enemistades con nadie. Puros amigos, bendito sea Dios, hasta la fecha.

     

     

     

    ¿Entonces nunca ha sido víctima de la envidia propia o ajena?-

     

    No, yo nunca he envidiado nada. Soy pobre, pero cuando me sentía más pobre era cuando me sentía más feliz porque tenía que comer y tenía dónde vivir.

     

     

     

    ¿Alguna vez se sintió traicionado? 

     

    No, de eso no, nada....

     

     

     

    (Como que lo piensa mejor)  

     

    Bueno, en el noviazgo sí. Una vez que me disgusté con la novia que era la primera que yo tenía pues. Fue la única vez y aunque fue pasajero de ahí empecé yo a tomar porque yo nunca tomaba ni cerveza ni nada y esa vez tomé seguramente de sentimiento, de susto, de gusto o de coraje qué sé yo.

     

     (Seguramente que del sentimiento sólo queda el recuerdo porque celebra con una carcajada y continúa...)

     

     Pero no, luego ya duraba meses o un año sin probarlo. Lo que sí me gustó mucho, fue la música, como el día domingo había veces que poníamos la música de mariachi entre todos. Iba yo a pedir permiso a la presidencia para que me dejaran poner el mariachi en la pura esquina del banquetón, la que va a dar a las casetas. Todo comenzó cuando venían muchas muchachas a trabajar en las casas de la gente de Guadalajara, y una de las Chávez que se llamaba Anita y que tenía parientes que venían de fuera con trabajadoras domésticas, me dijo; "oye niño ¿cómo no hacemos un baile un domingo que tienen la salida las muchachas?. ¡Ándenle! -le dije- y me fui a la presidencia, y como el comandante Telésforo Real me conocía muy bien (él era hermano de Lupe Real que fue Reina del Carnaval) luego me dio el permiso y ahí hacíamos nuestras fiestas. En eso sí gastaba yo, pero de lo que me sobraba a mí, de lo que yo apartaba, porque nunca les dejé de dar a mis padres, ni de ayudarlos lo más que se podía. Yo no fui malgastado ni en cuestión de ropa ni nada de eso. Cuando nació ya mi hermana por ahí la sacaba y le compraba cositas y juguetes. Cuando hizo su Primera Comunión la llevaba hasta Ajijic en bicicleta porque le estaban probando su vestido. Duramos como una semana yendo y viniendo en bicicleta cuando la carretera estaba por abajo y era pura brecha.

     

     

     

    ¿Cómo nació el sobrenombre de "El Niño"?  

     

    Me llaman así por mis primos los Fernández; Juan, Lupe y Miguel que nos visitaban mucho. Mis padres eran padrinos de bautismo de Lupe y le llamaban "Nena" a mi madre, en lugar de madrina y entonces decían; "vamos a ver al niño de mi nena" y por eso se me quedó así. Y sí soy niño, mira...

     

     

     

    (Me dice mostrando su sonrisa en la que faltan algunas piezas)  

     

    ...apenas estoy mudando...

     

     

     

    (Y suelta la carcajada que invita a festejar juntos el buen humor).  

     

    Al ver el camino que ha recorrido en su vida ¿se siente satisfecho? (Me doy cuenta de que con la pregunta interrumpo abruptamente el lapso de buen humor porque su rostro se torna serio).  

     

    Bueno... hasta esta fecha sí. Únicamente lamento la separación de la señora. Es lo que más me puede porque es la que me hace falta. Todos me hicieron falta, mi padre, mi madre, todos, pero ahora mi señora es la que me hace más falta que ni ellos, porque para cualquier cosa como una enfermedad en la que necesitas una untada en la espalda aunque sea de agua, no hay confianza como con ella. Y esto hasta la fecha es una tristeza que no se me quita.

     

     

     

    ¿Qué cree que le hace falta a nuestra comunidad?  

     

    Bueno, a mi ver, mucho respeto por los jovenes que apenas empiezan a vivir. Que tratemos de evitar su descarrilamiento con los vicios y las trasnochadas. Antes un muchacho no podía fumarse un cigarro delante de un mayor que él. Había más disciplina, más respeto y más confianza entre padres e hijos. La confianza existe cuando no hay desorden porque con permiso todo se puede hacer. Aquel que no pide permiso, porque dice que ya tiene edad de andar en la calle, yo le digo; "al hombre no se le quita el deber de pedir permiso."

     

    Antes el gobierno se entendía de meter al orden a todo chamaco. Si lo veían a deshoras de la noche le preguntaban- ¿traes permiso de tu papá?-. Sí -¿Entonces podemos ir en la mañana a preguntar?-. Sí, ¿cómo no?. A la hora que ustedes gusten-. Era como se estaba llevando la disciplina de los jóvenes. Ahora veo yo que no hay eso.

     

     

     

    -Por último ¿qué consejo le daría a las nuevas generaciones?  

     

    Que respeten primeramente a sus padres y a su familia. Luego ser respetuosos en la calle porque se oyen unas palabras de niños de 6 o 7 años. Ves una palomilla de amigos y oyes que se tratan muy mal delante de quien sea. Como que la gente se está acostumbrando ya a ese vocabulario y eso no está bien. Antes había palomillas de muchachos grandes pero no eran desbozalados. Los jóvenes deben ser más disciplinados. Al despedirme vuelvo a estrechar su mano y salimos juntos por el corredor dejando atrás el patio soleado y el canto de los gallos. Los recuerdos se quedan ahí, esperando el momento en que don Maximiliano vuelva a darles vida, pero la nostalgia nos sigue acompañando... y estará siempre con nosotros.

     

     

     

     

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