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    Javier Raygoza Munguía
    Director del semanario PÁGINA Que sí se lee!
    de la Ribera de Chapala

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    Un Encuentro con...

     

    La Charrería en Chapala

     

    Ricardo Vidrio Oliva

     

    Cuando se llena el ambiente de fervor patrio, surge la viveza de luces y colores con los que también se viste la nostalgia, pues, sin importar que el sarape y la soga estén raídos y el rebozo un tanto desteñido, las historias que dibujaron ondeando por los aires al trote de un caballo, se encuentran suspendidas en el tiempo esperando a ser contadas.

     

    Don Andrés, hijo de Don Espiridión Martínez y Doña Rosa Cerda Venegas, nos cuenta: Yo quedé huérfano muy chico, de cinco… seis años. A mi padre le gustaba mucho la charreada. Él venía de Cedros, aunque vivió aquí toda su vida. Era muy campirano porque le gustaba mucho el trabajo de campo y a mí desde chico me gustaba mucho andar a caballo. Diario andaba en el campo con mi caballo y así me nació el gusto por la charrería floreando la soga y pialando junto con otros en el lienzo de piedra que construyó la comunidad ejidal y que fue el que quitaron para construir el campo de futbol cuando era presidente Guillermo Guijarro.

     

    La asociación que formamos la promovió el Lic. Vargas González con el nombre de "Asociación de Charros de Chapala" y había gente de San Nicolás de Ibarra, de Santa Cruz de la Soledad y de Chapala. Éramos socios, mi compadre Machín (Tomás Desales), Enrique Hernández, Heliodoro Sánchez, Don Pancho Hernández, Carmen Ramírez, Juan Ornelas, Ramón Real, Rafael Reyes de San Nicolás, Julio Razo, siendo el primer presidente Heliodoro Sánchez y siguiéndole José Rodríguez y Enrique Hernández. A mí también me tocó presidir esta asociación.

     

    Anteriormente nosotros usábamos sillas de montar muy sencillas, "de campo", de tapadera, para el rancho y para el trabajo. La primer silla que se hizo aquí me la mandó hacer mi mamá hace 60 años con el talabartero Federico Vadillo. Actualmente la tiene un nieto mío que vive en Ixtlahuacán de los Membrillos y que le gusta mucho esto de la charrería.

     

    Nuestros trajes eran lisos, sin abotonaduras, aunque ya después me mandé hacer un traje de charro de gamuza con mis chaparreras. Me lo hizo Don Catarino Ornelas de Guadalajara. Yo me sentía muy entusiasmado porque veía a la charrería como una tradición muy campirana y muy bonita.

     

    Don José Rodríguez Días quien se casó con Margarita Desales con la que procreó ocho hijos comenta: Yo me crié huérfano con mis abuelos y soy nacido en Tizapán El Alto. Llegué aquí como en el 51 y como desde allá ya estaba en una asociación, al llegar me admitieron como socio con la ayuda de Epifanio Comparán y me tocó ser presidente de la Asociación de Charros de Chapala después de Heliodoro Sánchez, que fue el primer presidente. A mí siempre me gustó mucho la charrería porque vivía del campo, tenía mis vaquitas, sembraba y me gustaba la vida del campo.

     

    A nosotros como asociación nos apoyó mucho el Lic. Jesús González Gortázar, porque siendo él muy joven, formó una asociación en Guadalajara, puesto que en ese tiempo sólo existía la "Asociación de Charros de Jalisco". Cuando era estudiante convocó a un grupo de jovenes para formar la "Asociación de Charros La Tapatía" y en las vacaciones se venía a Chapala junto con don Hugo Barragán y Don Carlos Rincón Gallardo. Como ellos eran de centavos y nosotros estábamos jodidos todos nos apoyaban. Por ellos nos dieron el terreno del actual lienzo que era ejidal, porque el papá de Jesús González Gortázar, el Lic. Jesús González Gallo, lo pidió al ejido y nos regalaron una hectárea. En aquel tiempo nos dio cinco mil pesos para su construcción que se hizo toda de piedra junto con el coleadero pero como se derrumbaba a cada rato nos fuimos cooperando para irle construyendo de material y luego fue cuando se empezaron a usar tablados de madera desmontables. Una vez nos pusieron dos postes de luz a medio lienzo y fuimos a hablar con Don Fernando Cuevas, que era muy amigo de nosotros y nos dijo que contábamos con todo su apoyo, que por la noche los sacáramos y los aventáramos lejos. Así lo hicimos y no pasó nada. El Gobernador Alberto Orozco Romero otorgó dos millones de pesos para la construcción de dos plazas para Chapala y Ajijic con la condición de que cada población aportara cien mil pesos en dinero o mano de obra. En Ajijic pronto aceptaron el convenio porque recibían el apoyo de la colonia americana; pero en Chapala hubo dificultades entre los dirigentes charros y no se concretó.

     

    En los carnavales se sacaba convite por las calles con tres o cuatro toros de los más grandes y vistosos y con música de viento. Los que traían la corrida participaban en el convite que terminaba en el toril en donde se toreaban dos o tres toros a manera de exhibición para que la gente se animara a ir por la tarde. Los recibimientos se hacían afuera del Súper de Fernando Cuevas puesto que existía un árbol muy grande que daba mucha sombra. Se acomodaban sillas alrededor para que fueran las familias a sentarse y a bailar. A los que traían las corridas se les daba comida y bebida así como también se alimentaba a los caballos y al ganado. Ellos se traían arriando el ganado desde Potrerillos, de la Calera, de La Cañada, de San Juan Evangelista, de Mezcala, de Jocotepec. Desde que sacaban el convite ya les iba uno dando su ponche y ya en el recibimiento cerveza y vino para todo el pueblo, que pagaba el Ayuntamiento junto con la música. Don Jesús González Gortázar fue quien nos animó a cuidar las formas y a vestirnos de manera más formal para entrar al ruedo con sombrero ancho y todo además de que nos preocupábamos por entrenar y nos esmerábamos por hacer las cosas bien. Aquí había buenos pialadores y floreadores de soga. Quien floreaba bien la soga en esta región era Andrés Martínez. Don Andrés Martínez recuerda que al ruedo sólo se metían los mejores lazadores que eran cinco o seis y si alguien lazaba al toro de la cabeza, otro tiraba el pial y si erraba, se hacia a un lado y daba oportunidad a alguien más para que lo intentara, todo con mucho orden y respeto. Había siempre un mayoral que designaba al que iba a entrar al ruedo y todos respetaban sus decisiones. El mayoral no lazaba, sólo dirigía. Yo me casé con Carmen García Gutiérrez -platica Don Andrés- y en mi familia, de las nuevas generaciones que practican la Charrería, está mi nieto Gilberto Martínez de doce años, que es hijo de Gilberto Martínez. También está Iván Martínez de mi hijo Andrés. Mis hijos todos han practicado la charrería; Andrés, Guillermo, Gilberto que es muy bueno pialando y Miguel que es un gran floreador de soga y muy bueno lazando y pialando. Mi nieto Julio, hijo de Guillermo, es muy bueno también para florear la soga. Don Andrés y Don José cuentan que los charros tenían su reina para celebrar las fiestas del carnaval y recuerdan a Lola Oliva, María Luisa Díaz y María Luisa Méndez.

     

    La Señora María Luisa Méndez recuerda que muy formalmente se presentaron a su casa Don Celso Oliva, Don Andrés Martínez y Don José Rodríguez a pedirla para reina de los charros.

     

    "Al principio mi familia se oponía -cuenta la Señora María Luisa- pero ellos insistían y rogaban a mi familia explicándoles en qué consistía la fiesta. Mi padre Máximo Méndez ya no vivía y entonces tocaba a mi madre Bárbara Ruíz y a mis hermanas Guadalupe, Graciela y Lucina decidir. Por fin cedieron y los representantes de los charros se fueron con el "sí". Otro día regresaron para anunciar lo que iba a necesitar y el día que me debía de presentar. Me dijeron que ellos no podían darme el vestuario que iba a llevar y entonces mi cuñada Consuelo Herrera, que es muy famosa por sus bordados me hizo mis vestidos y me los bordó. Recuerdo que eran dos vestidos rancheros de falda amplia, todos bordados, uno negro y otro gris. Mi reinado duró más de un año porque cuando elegían a una reina, era hasta que voluntariamente dejaba el reinado y podía durar varios años. Don Celso Oliva era muy bueno conmigo. Él era como mi guía, porque le prometió a mi familia que iba a cuidar de mí. "No se preocupen" -le decía a mi familia para darle confianza- "porque yo voy a estar aquí todo el tiempo para lo que se ofrezca. Yo la voy a proteger y me comprometo a que no le pase nada". Y siempre andaba muy al pendiente de mí. Era muy atento y muy buena persona. Cuando vino la Virgen de Zapopan por primera vez me tocó estar con el contingente de los charros. Vinieron muchos charros de Guadalajara entre los que venía el Señor Hugo Barragán. Ellos venían seguido con Jesús González Gortázar. Durante el año se hacían charreadas en las que me presentaba para colocarles las bandas a los que traían las corridas y a los jinetes. En los desfiles siempre iba montada a caballo y una vez me trajeron un caballo bronco muy rejego. Una vez le aventaron confeti en la cara y se hizo para atrás dándome un susto. Cuando me vio Raúl Robles se ofreció a traerme una yegua mansa y esa era la que montaba. Me tocaron varios carnavales en los que llegó a acompañarme Elodia Valadez. Nos llevaban al Beer Garden a comer y ahí se hacía el baile muy bonito. Los recibimientos se hacían debajo de un árbol enorme que estaba en el camellón casi enfrente de la presidencia y todo se regalaba. 

     

    Don Francisco de la Torre Sánchez, hijo de Don Francisco de la Torre Aceves y de Doña María Sánchez Real, nos cuenta que a su papá le gustaba mucho la charrería. "Toda mi familia desde siempre le hemos tenido mucho cariño a la charrería. Nosotros prácticamente desde que empezábamos a caminar traíamos el caballo. Luego ya en el trabajo del campo era muy necesario y andando en ese ambiente, empezábamos a pialar yeguas. Eso era una parte del trabajo que hacíamos, porque en ese tiempo nuestro único transporte era el caballo y obligadamente nos enseñábamos a andar a caballo y a lazar. Yo fui de los fundadores de la Asociación de Charros de Chapala junto con Enrique Hernández, Andrés Martínez, Epifanio Comparán, Ramón Real, Juan Ornelas y otros. Nos juntábamos cada ocho días a lazar, a jinetear y hasta a torear, a veces en el campo y a veces aquí en el lienzo. También nos visitaban charros de otras partes, de Guadalajara, de Ciudad Guzmán y de todos los pueblos por aquí cercanos. El que era muy bueno para florear la soga fue Andrés Martínez y de sus hijos y nietos han salido buenos pialadores y floreadores. Don Espiridión, el papá de Andrés, era buen pialador así como Don Pancho Hernández y Epifanio Comparán. Buenos jinetes éramos mis hermanos Juan, Roberto y yo. Cuando traían las corridas que venían de La Cañada, de Cedros, de La Calera, nuestra obligación era atender a los jinetes con comida y bebida y dar pastura para sus animales. Después del convite que sacábamos todos juntos, se hacía el recibimiento muy alegre con música, baile, bebida y comida gratis para todos. Era una cosa muy bonita. Yo tengo muy buenos recuerdos y muchas satisfacciones. En la actualidad la Asociación de Charros de Chapala cuenta con 29 miembros y es importante el apoyar a las nuevas generaciones para que esta tradición se siga fortaleciendo. Afortunadamente hemos recibido el apoyo del Presidente Municipal y del Presidente de la Asociación de Charros de Jalisco. Se están arreglando las escrituras del Lienzo Charro y se le han hecho algunos arreglos como la construcción de drenes, porque el agua se estancaba. Esperamos seguir contando con el apoyo conjunto de Ayuntamiento y Charros de Jalisco para que los nuevos charros tengan un espacio digno para la práctica de esta tradición que es tan mexicana.

     

     
     

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