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Javier Raygoza Munguía Director del semanario PÁGINA Que sí se lee! de la Ribera de Chapala |
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Principio de la conquista espiritual Principió Debe llamarse la atención sobre la talla inmensamente grande de estos tres varones apostólicos, que por ningún motivo son menos que un Fr. ANTONIO DE SEGOVIA, a quien tanto debe Jalisco, pero que, sin ser lo suficiente, es siquiera un poco más conocido que estos tres valientes y abnegados religiosos, de quienes poco después hablaremos con más amplitud; porque, si otra gloria no tuviera Chapala en su historia, esta sola, y el amor que tan santos y esforzados varones le tuvieron, bastaría para llenar de noble satisfacción a los hijos de esta tierra. Empezó la evangelización en estas tierras de la siguiente manera: En 1520, que entró D. Alonso de Ávalos por las provincias de Colima y Amula traía consigo solamente indios catequistas, de quienes el historiador D. Matías de En 1520, cuando por tercera vez llegaron los conquistadores a Colima al mando de D. Gonzalo de Sandoval cimentaron ahí definitivamente y fundaron una villa de españoles, que quedó a mando de D. Francisco Cortés de San Buenaventura; trajo éste luego a los padres Fr. Juan de Padilla y Fr. Miguel de Bolonia. Cuando a principios del mes de noviembre del año 1529 D. Nuño Beltrán de Guzmán emprendió nueva jornada de conquista, juntamente con sus soldados y capitanes llevó consigo a los misioneros Fr. Antonio de Segovia, FR. Miguel de Bolonia y Fr. Martín de Jesús. A estos se agregaron al poco tiempo Fr. Juan Padilla, Fr. Juan Badillo, Fr. Pedro de Gama y dos eclesiásticos seculares, el Br. D. Bartolomé Estrada y el Br. D. Alfonso Gutiérrez. De éstos dice el historiador antes indicado: «Los eclesiásticos que venían en el ejército desde que salieron de México no se ocupaban en otra cosa sino en exhortar a los indios, cuando no por sí por medio de los intérpretes, que no faltaban de entre tantos indios que los acompañaban; si había alguna demora procuraban instruirlos más profundamente en los dogmas de nuestra religión, dejándoles a los más instruidos por fiscales o teopiles, para que se ocupasen en su ausencia de instruir a los demás». Y en otro lugar dice: «Los religiosos hacían sus buenos oficios catequizando a los adultos y bautizando a los párvulos. Bien se dio a conocer el fervoroso espíritu del P. Fr. Martín de Jesús y de los otros, que desde Querétaro habían penetrado a los jacalillos más retirados y de gente más humilde, por darles a conocer al verdadero Dios; de parte de noche (que es cuando podían los padres darse al descanso), entonces era cuando lograban la ocasión para el catequismo de los indios; y en breves pláticas exhortaban a los soldados a la observancia de
Con respecto a Chapala Y a la evangelización de su pueblo, dice el P. Tello, «El religioso que primero llegó se llamaba Fr. Juan de Padilla, que por los años del Señor de quinientos y veinte y ocho vino a encontrar a otros que hacían el mismo fruto de doctrina por las congregaciones de indios que en la misma orilla adelante de este pueblo estaban recogidos». «Estuvieron en este pueblo en la conversión, los benditos padres Fr. Martín de Jesús, Fr. Juan de Padilla, Fr. Miguel de Bolonia y otros religiosos que cuidaron de todos los pueblos que están fundados a orillas de Uno de ellos, Fr. Martín de Jesús o de Otro fue el venerable P. Fr. Miguel de Bolonia, flamenco: «ambos (Fr. Martín y Fr. Miguel) de grande santidad, ilustrado por Dios con el don de profecía y milagros, y este Fr. Miguel con el don de lenguas; en siete se hacía entender, aparte de la materna, las más indígenas . Murió en Chapala». El tercero fue el grande y activísimo apóstol español Fr. Juan de Padilla, fundador de muchos conventos de «Nuestras Doctrinas, (dice en una nota que para Chapala hizo el gran cronista Franciscano Fr. Luis del Palacio el año 1938) no se llamaban curatos aunque lo eran. Comenzaron predicando el Evangelio y administrando los Sacramentos: bautismos, casamientos, etc., por la primera concesión del Papa a los primeros doce y a cuantos vinieran. Después del Concilio de Trento se volvió a conceder más expresamente tal administración a los religiosos de las tres órdenes: Dominicos, Agustinos t Franciscanos, como lo hacían antes». Los indios de Chapala ya catequizados acudían primeramente al culto de Dios y a contemplar su instrucción al convento de Ajijic y después a Tonalá, en el tiempo que residió allí el bendito Fr. Martín de Jesús, hasta que en 1548, con toda sencillez (de adobe y zacate) inició la edificación de Iglesia y convento en este lugar Fr. Juan de Almolón, su primer guardián. El convento era una casita pequeña en que moraba un solo Fraile; estuve entre la iglesia y la laguna junto a sacristía. En frente de la iglesia aunque un poco retirado, (9) estaba el Hospital franciscano de Sobre el cerrito de San Miguel hubo ermita en que se decía misa; allá hizo, vida solitaria un religioso lego de nombre Fr. Miguel. En Pero, los tapati, o hechiceros, que con los progresos del cristianismo vieron la mengua que sufría su influencia ante el pueblo, haciendo creer que algunos fenómenos naturales, como el crecimiento de la laguna en 1540, eran señales de la irritación de sus ídolos que descargaban sus iras sobre el pueblo infiel, instigaron a algunos indios no muy firmes aun en la fe a hostilizar las obras de los religiosos, y así fue incendiada la iglesia en dos ocasiones: una en 1557 por Juan Tzincáyotl, y otra en 1581 por el indio Pablo, hijo de Martín García.
Labor benéfica de los misioneros No solamente se concretaron aquellos frailes del sayal pardo (9bis) a la instrucción de los neófitos en las cosas de la fe; su admirable labor educativa extendió su acción al progreso material de sus misiones, enseñando personal y afanosamente a los naturales los adelantos que traía consigo la civilización superior, consagrándolos, después del cultivo de la tierra y, previo el estudio experimental del medio de cada pueblo, a alguna industria local, que al mismo tiempo que evitara la ociosidad, aliviase en algo las necesidades económicas de sus familias. Conviene referir que aminidad que se iba adelantando aquí en Chapala en la fábrica de la iglesia, que procuró el arreglo del atrio que fue también cementerio hasta hará 30 años; en donde se plantaron desde 1562, por Fr. Sebastián de Párraga, los primeros naranjos del pueblo (que después hubo en abundancia), contando aquel con el auxilio y cuidado del religioso indígena Fr. Francisco tenorio, quien ejecutó después esa misma plantación en Tlajomulco y Ahuacatlán. A mediados del siglo XVII en que escribió Tello su Crónica Miscelánea, Chapala «tenía 368 naranjos en calles que cercaban la iglesia». Y en todo el pueblo, siguiendo el ejemplo dado por los religiosos, se cultivaron huertas y se dio buen impulso a la agricultura, como nos lo refiere la crónica de la visita que en 1586 hizo el P. Fr. Alonso Ponce, Comisario de
Hospitales y cofradías Vieron los religiosos la necesidad de una casa a donde llegaran los forasteros y en donde se curaran los enfermos, y dieron traza de establecer y reglamentar los HOSPITALES DE «Establecieron que todos los hospitales tuviesen por titular «El asiento o disposición reglamentaria que dieron los religiosos para que se pudieran conservar dichos hospitales y tener algún posible para los gastos que se habían de ofrecer, además de su propia asistencia y cuidado en las fundaciones, y de las limosnas que provinieron y procuraron para ellos, dispusieron que se hiciesen sementeras cada año, a las cuales acudiese todo el pueblo un día o dos o los que fuese necesario, y que después de recogidas las semillas se guardasen las necesarias para el gasto de los oficiales y enfermos y las que quedasen se vendiesen para medicina, ropa y otras cosas, y que juntamente pidiesen limosnas entre sí tales días, y CRIASEN UNOS ATAJOS DE GANADO mayor y menor para valerse con los esquilmos en las necesidades que se ofreciesen (a esto llamaban Aquí hubo el HOSPITAL y Un historiador moderno y miembro prominente del partido liberal mexicano, con tanta justificación como imparcialidad hace esta descripción o retrato de nuestros misioneros: «Los Frailes que venían a las indias -dice- reducían todas sus aspiraciones, concentraban todos sus esfuerzos y cifraban el objeto de sus trabajos en dos cosas: La conversión de los idólatras a la fe cristiana y la protección de la vida y libertad de los vecinos naturales; fuera de esto nada les preocupaba ni nada llamaba su atención, ningún anhelo de riquezas; ningún empeño por los honores; ningún cuidado por los títulos ni por los puestos; pobres hasta la miseria, abnegados hasta el sacrificio». A ellos debe nuestro pueblo no sólo la fe santa de Jesucristo sino toda esta civilización y educación, que nos levantó de ser un pueblo inmoral y bárbaro a ser un pueblo civilizado, atento, lleno de las virtudes que ellos nos enseñaron y que nos hacen estimables entre todos los pueblos de la tierra. |
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